Y tú, ¿te permites frustrarte?

Lo chanantes decían que «‘hijo’ de puta hay que decirlo más». Yo, en la línea de ellos, defiendo que en esta época que nos está tocando vivir nos frustramos poco. O menos de lo que deberíamos, creo. Así, en general.

Es que hay padres que llevan las agendas de sus hijos y saben mejor que ellos las tareas que tienen que hacer. Y lo que me parece más preocupante: no les ayudan a hacer los deberes sino que van más allá y, directamente, los hacen ellos. Estamos tendiendo a una sobreprotección y a sacarle a los chavales las castañas del fuego y no creo que esa sea la mejor manera de que aprendan.

Porque, de esta manera, se acabarán convirtiendo en una ‘generación blandita’ como ya se va titulando por ahí. Proteger a los chavales de los errores que puedan cometer es cortarles una vía de aprendizaje muy potente. No permitirles que se frustren impide que valoren el hecho de levantarse y esforzarse más aún para conseguir lo que quieren.

Yo soy muy pro-frustración, y lo digo por experiencia propia. Vivir con una tetraplejia durante más de 20 años ha provocado que tenga que reaprender a hacer muchas cosas. No ha sido fácil, pero lo he conseguido a base de equivocaciones, reintentos, frustraciones y éxitos. Y eso hace que uno se vaya conociendo a sí mismo, a ser consciente de sus limitaciones y sentirse orgulloso e lo que consigue por sus propios medios.

Como, por ejemplo, perder el miedo (un poco) a la cámara y lanzarse al mundo del vlog 🙂

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