Tal y como está el tema de la accesibilidad en el transporte público, disponer de coche propio cuando necesitas desplazarte en silla de ruedas es algo casi necesario si quieres disfrutar de un mínimo de independencia. En mi caso no es total, ya que de momento no me he decidido a conducir coches que puedan manejarse desde la propia silla, así que necesito algo de ayuda para poder sacar y meter la silla en el maletero de coche. Cosas de tener también los brazos y las manos afectadas, además de las piernas.
Ahora que me he propuesto compartir mis viajes en Blablacar creo que ha llegado el momento de explicar cómo funciona mi ‘leoncete’ para disipar posibles dudas de mi capacidad como conductor. Al no poder mover los dedos tampoco puedo accionar el doble volante que muchos parapléjicos instalan y que permite acelerar. Además, al no poder agarrar siempre tengo una mano ‘fija’ en el volante para poder girar (en mi caso la izquierda) con lo que solo me queda libre la derecha para todo lo demás. ¿Y qué es todo lo demás? Pues todo lo necesario para llevar una conducción segura: acelerar, frenar, tocar el claxon, poner y quitar intermitentes, activar las luces, poner el limpiaparabrisas, cambiar las marchas…
Mi coche es automático por necesidad más que por capricho. Y dado que la gran mayoría de marcas incluyen este tipo de cambio a partir de sus acabados de gama media-alta, el problema de encender luces y activar el limpiaparabrisas también se me soluciona solo (o sea, con el pago correspondiente por tener que optar por esos modelos). Antes, cuando conduje mi primer coche adaptado (1997), los sensores de luz o de lluvia para que fueran automáticos eran, además de caros, poco fiables. Ahora que vienen implementados de fábrica y no son un añadido funcionan muchísimo mejor.
En cuanto al tema del acelerador, intermitentes y claxon… creo que un vídeo vale más que 1.000 imágenes, o que un millón de palabras 😉