Recuerdo cuando, de crío, quedaba con los amigos para jugar al balón debajo de casa (privilegios de vivir en un pseudo-pueblo en la Barcelona de los 80). Utilizábamos las columnas de los edificios como límites laterales de la portería y el larguero era una línea imaginaria. «¡Alta!», gritábamos cuando la pelota, supuestamente, la sobrepasaba. Más de un adulto se llevó un balonazo. Y si no, una patada, o los usábamos de «escudos humanos» para regatear a nuestros adversarios. Hemos dado un poco por saco a la gente por la calle. Convivíamos todos sin mayores problemas.
Tambien he pasado mi época gamer encerrado en casa. Una consola Philips G7000 entró en mi casa seguida, un poco más tarde, de un Spectrum 48K acompañado de su lector de casete para cargar los juegos. Es uno de los privilegios que tenemos los nacidos en mi época. Los que sobrevivimos a los pantalones nevados: sabemos qué es pasarlo bien en la calle y delante de una pantalla.
Supongo que, debido a haber vivido esas día maneras de ocio infantil-adolescente-juvenil vemos con otros ojos la revolución que va a causar Pokemon Go, o la llegada de la realidad aumentada de manera masiva, al entretenimiento. Porque trae consigo la unión de los dos mundos. La tecnología incrustada en el ocio en la calle.
Nota: Si a estas alturas no sabes qué es Pokemon Go ni cómo funciona, te recomiendo que te veas este vídeo de Luzugames en el que explica su primera experiencia con el juego y se ve claramente su funcionamiento.
Cuando ocurre algo que puede cambiar nuestro comportamiento me hace mucha gracia escuchar a dos colectivos: a aquellos que promulgan que esta acción es obra del demonio (o algo parecido) y que acabará desnaturalizando la esencia del ser humano (¿¿??), y también aquellos que opinan sin tener ni idea y que además, lo hacen en programas de radio o televisión y se quedan tan anchos porque creen que sus propios argumentos son la verdad absoluta.
No diré el programa, pero hoy en una tertulia matinal he escuchado a alguien asegurando que los usuarios de Pokemon Go van a pagar dinero por jugar Garín porque, si no, no se puede sostener (como si años después de usarlos estuviéramos dejándonos los euros para usar los servicios de Google o las diferentes redes sociales que utilizamos). Hay gente que todavía no entiende que los tiempos, y lo que nos rodea, están cambiando.
Ortega y Gasset dijo que «yo soy yo, y mis circunstancias». «Y mis bits«, añadiría muy probablemente en esta era digital y tecnológica.