Hay quien dice que para que duren más las baterías de nuestros cacharros tecnológicos, lo recomendable es descargarlas por completo y cargarlas hasta el 100% de su capacidad cada cierto tiempo. Llámame raro si quieres pero creo que las pilas internas que llevamos los humanos funcionan de la misma manera. O, por lo menos, las mías.
Estas fechas navideñas tengo la impresión de que están siendo la última etapa de recarga de mis baterías después de muchos meses de aportes de energía. Echando la vista atrás y analizando un poco todo lo que me ha ocurrido en estos últimos años he llegado a la conclusión de que en octubre de 2021 fue el momento de la descarga completa. Los dolores y adormecimientos de brazos, las bajas laborales, la lucha contra la Seguridad Social por no querer darme la invalidez permanente… ese desgaste continuo llegó a su máximo el día del juicio. Ese momento también supuso un punto de inflexión al ver cómo el abogado de la SS parecía no saber qué estaba haciendo allí y cómo la jueza interrumpía a mi abogada a darse cuenta de que esa situación era un sinsentido y una pérdida de tiempo (y del dinero de todos los contribuyentes). Dos días después recibí la confirmación por escrito del fallo a mi favor.
Tampoco es fácil acostumbrarse a estar jubilado. No tener obligaciones te lleva a eliminar rutinas y eso puede derivar en un abandono personal. No es algo que me haya ocurrido, pero casi. Continuar con mi actividad profesional anterior de una manera extremadamente relajada y compatible con mis dolencias, dando charlas a chicos y chicas en Laredo sobre el mundo de la tecnología, me ha ayudado a no desconectarme del todo de este mundo. De hecho, la semana que viene vuelvo al ruedo en el colegio Pepe Alba y eso me hace mucha ilusión.
Lo que sí había dejado muy de lado es una afición que me resulta muy satisfactoria. Y ya que me siento con las pilas cargadas, iba siendo hora de poner a cargar también las baterías de mi cámara de fotos.