A un restaurante, ¿vamos a comer o a mear?

Tengo dudas, la verdad. Es que, cuando haces una reserva en un restaurante y dices que vas en silla de ruedas, de lo que suele preocuparse la gente es de si hay barreras arquitectónicas que impidan la entrada al local o que el baño sea accesible o adaptado (y, a ser posible, que no se haya convertido en un almacen o cuarto de la limpieza). Y sí. Es cierto. Si voy a un bar o restaurante quiero entrar en él y, posiblemente, utilizar el excusado. Pero sobretodo a lo que pretendo es comer y beber, y a ser posible de la manera más cómoda posible.

Recuerdo cuando vinieron a hacer la inspección del local donde trabajo. Obligaron a hacer un baño adaptado y comprobaron que la entrada fuera suficientemente ancha y sin escalones. Correcto, pero… ¿alguien ha comprobado la altura de las mesas de trabajo? No. Y parece que en bares y restaurantes tampoco se tiene en cuenta esto. Son muchas las veces que he tenido que bajar los pies al suelo porque el espacio bajo la mesa no era suficientemente alto. Incluso me he visto obligado, en ocasiones, a comer de medio lado porque era imposible entrar debido a que el espacio entre las patas era demasiado estrecho.

Algo similar ocurre con las barras de los bares. Ya no hablo de su altura, que en ocasiones es exageradamente alta, sino que no se tiene en cuenta que nosotros siempre vamos con los pies por delante. Esto hace que cuando llegamos para pedir un café, la barra nos quede muy lejos.

Como suelo decir, en muchas ocasiones bastaría que los responsables de los establecimientos los disfrutaran un día sentados para identificar todas las mejoras que podrían llevarse a cabo.

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